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VIRUS ART, NUEVA TENDENCIA EN LA
RED Contagiosa paranoia
Bajo la forma de virus
informático, Internet genera una nueva estética
RAFAEL
CIPPOLINI.
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UN LABERINTO INFINITO. Páginas web que
entrecruzan reflexión y estética: proyecto Vopos (izq.)
y "Ciudad central".
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En junio del año pasado, durante la última Bienal de
Venecia, un virus informático ingresó en el sistema de la muestra y
produjo el pánico de sus organizadores cuando comenzó a reproducir
infinitas veces su código fuente, o sea, el texto que constituía la base
de su programa. No tardaron en caer en la cuenta de que la causa de la
infección digital, el virus denominado biennale.py, agregaría un detalle
en la Historia del Arte. Por primera vez, un virus informático era
utilizado como una acción estética convirtiéndose en una obra en sí misma:
el Art Virus (una subtendencia del Net Art, el arte virtual de la era
Internet) había sido creado.
Seis meses más tarde, durante el
internacional Korea Web Art Festival 2001, la Web que constituía el
corazón del evento resultó hackeada y los nombres de los artistas
participantes y sus obras, terminaron siendo intercambiados caóticamente,
enloqueciendo todo el catálogo digital. En la oportunidad, en tanto, los
críticos hablaron de Hacker Art, o sea, de la manipulación propia de los
hackers, pero cuya finalidad es provocar un objeto artístico.
Una
y otra vez, los autores de las intervenciones fueron el dúo italiano
0100101110101101.ORG, sin duda una de las agrupaciones más inquietas de la
última década. A pesar de ser tan reciente, el Art Virus posee su
estatuto, propuesto por otra cofradía, también italiana y cercana a la
citada. Nos referimos EpidemiC (http://www.epidemic.ws/) quienes, sin manifestarlo, han
puesto una vez más en escena uno de los tópicos más polémicos de la teoría
estética: las sinuosas relaciones entre ética y arte. Y en este sentido,
el site funciona como un foro de reflexión sobre los peligros de la
Web.
Si bien sostienen que "la programación no es un medio para
producir arte, sino arte en sí mismo y como tal debe ser valorada según
criterios de belleza, elegancia, proporción y eficacia, utilizando la
tecnología de forma sofisticada", también polemizan sobre los usos
destructivos que tales prácticas multiplicarán en un futuro no muy lejano.
Así, el Art Virus no sólo resulta un género artístico, sino un experimento
sobre el poder latente del universo virtual, al problematizar los temas de
la legalidad y de la propiedad intelectual.
En esta dirección
avanzan los citados 0100101110101101.ORG, es decir, los
artistas-programadores Renato Posapiani y Tania Copechi (aunque hay muchos
críticos inclinados a pensar que se trata de nombres de ficción), quienes
en 1998 promovieron en la red un simulado espacio interactivo del Estado
del Vaticano (http://www.vaticano.org/). Poco después lograron que la
prensa se ocupara profusamente de Darko Maver, quien, según ellos, era un
artista serbio asesinado en la cárcel a los treinta y seis años por
razones políticas, pero éste no era sino una pura ficción paranoica de su
invención.
Y es que su tarea es fundamentalmente política desde
que se han propuesto explorar los límites de lo público y lo privado y
cómo intervienen en este proceso los adelantos del ciberespacio. Si hace
menos de un año se convertían en artífices del proyecto life
sharing (que significa compartir la vida, aunque en verdad se trate
de un anagrama de file sharing: compartir archivos) por el cual
invitaron a todos los usuarios de Internet a husmear en el contenido de su
propia computadora, hoy promueven otro experimento al que denominaron
Vopos.
Con este proyecto se presentarán este mes en Manifesta 4,
exhibición internacional con sede en Frankfurt que inaugura el 24 de mayo
(http://www.manifesta.de/) y en el festival taiwanés
Kingdom of Piracy que, según sus responsables, tiene por fin "explorar la
piratería como la última forma de Net Art" (www.kop.adac.com.tw/html/index.html).
Definido
por ellos mismos como un arte de las comunicaciones, Vopos, por supuesto,
resulta ser más maniático y ejemplificativo que sus ensayos anteriores:
dos voluntarios llevan consigo celulares que transmiten
ininterrumpidamente a un server, que permite consultar, en el mismo
presente, un mapa web que indica dónde se encuentran a cada momento. Este
proyecto los inscribe, finalmente, en una puesta en abismo de sí mismos:
el sueño de ser monitoreados como si se tratase de un virus que muy pronto
se activará y del cual se desconocen los efectos.
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